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domingo, 16 de abril de 2017

Opositar después de los cuarenta

Os traigo este reportaje que ha publicado El País:


Lleva siempre encima la disposición del BOE con su convocatoria. 22 folios con las 20 plazas descritas y los 21 temas detallados. Todo subrayado en amarillo y rosa. “Mi Biblia”, lo llama ella. El guión de su vida en los últimos meses, su tabla de salvación. Alicia Jiménez es opositora forzosa a sus 47 años recién cumplidos. La echaron del trabajo en verano – “la empresa prescindió de mí”, lo define ella- y le horrorizó lo que encontró cuando se puso a buscar uno nuevo. “Casi tenía que volver a la casilla de salida, cobrando lo mismo que hace 20 años y en unas condiciones bastante precarias”. En su caso, divorciada y con una hija, suponía ofertas de 18.000 euros anuales. La plaza a la que aspira, de titulado de grado medio en Medio Ambiente, calcula que superaría los 30.000 euros.
Así que en noviembre empezó a estudiar y el 12 de enero salió una convocatoria. Se presentó por probar suerte. Casi aprueba, aunque su gran sorpresa fue otra: “Pensé que iba a ser una auténtica carroza, pero me encontré como en casa”.
Jiménez forma parte de un grupo cada vez más amplio de opositores. Los que hacen mucho que estudiaron, han tenido ya uno o varios trabajos o una empresa que la crisis se llevó por delante, tienen familia a la que mantener, hipoteca que pagar y han decidido opositar pasados los treinta y tantos para optar a un empleo más estable que el que ofrece un mercado laboral dañado como el español.
“Cada vez hay gente más mayor que oposita”, explica Gloria Oliveros, asesora de la Confederación Española de Empresas de Formación (Cecap), con más de 1.500 academias asociadas. Asegura que en la última década los aspirantes han pasado de estar entre los 25 y 35 años a superar los 45. El Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, que acaba de anunciar más de 250.000 plazas para los próximos tres años, no ofrece datos a este respecto.
Jiménez comparte pupitre en la biblioteca con Álvaro Sanjuán, que gestionó durante 10 años su propia empresa de consultoría medioambiental, con un empleado. La empresa lleva un año sin actividad. Así que, después de plantearse opositar y al filo de cumplir 40, está casi al final del proceso de selección –ha hecho ya tres exámenes- para un puesto de auxiliar administrativo en el Banco de España.
Sus días se parecen a una jornada de trabajo, pero en silencio. Ella deja a su hija en el colegio y enfila la biblioteca. En este martes de Semana Santa le faltan solo 10 días para el examen. Calcula que ha gastado entre 150 y 200 euros mensuales en preparador y material, pero lo da por bien invertido: “Las oposiciones no son costosas por lo que valen. A esta edad lo que cuesta es que no estás trabajando y ganando dinero, aunque por suerte aún me queda paro”. Sanjuán sale de casa a las 9.00 directo a la biblioteca, parada para comer y vuelta a los libros en la biblioteca pública de Chamberí, en Madrid, en la que en plenas vacaciones de Pascua es difícil encontrar un sitio libre.
“Pensé que no iba a poder volver a estudiar después de 20 años, pero se retoma porque la necesidad y las ganas de salir adelante te dan las fuerzas”, explica ella. “Fue duro recuperar la capacidad de memorizar y la sensación de estar todo el tiempo haciendo la misma cosa, sin hablar ni llamar a nadie como haces habitualmente en un trabajo”, confiesa él.
“Están en condiciones de competir”, considera Oliveros. “Dependerá, como en todos los casos, del tiempo que le dediquen y de su constancia. Lo más importante es tener clara la motivación, como si fuera un trabajo”.
Hay oposiciones y oposiciones. A las que aspiran Jiménez o Sanjuán se pueden preparar con constancia y esfuerzo en algo más de un año, como ellos mismos han previsto. Las de cuerpos superiores (como un juez, por ejemplo) requieren más tiempo. “Si vienen aspirantes con más edad les debes advertirles de que necesitarán al menos entre dos y cuatro años”, explica Ángela de las Heras, jefa de estudios del área de oposiciones del Centro de Estudios Financieros (CEF).
Christina Warren aspira a ser juez, una oposición de las que requiere más años de estudio y para la que el Gobierno ha anunciado 65 plazas en toda España (más 35 de fiscales). Empezó hace tres años, cuando se trasladó con su marido y sus dos hijas de Granada a Vigo, donde él consiguió también por oposiciones una plaza de microbiólogo. Ella dejó su bufete de abogados y volvió a hincar codos. Siempre ha estado formándose. “Mi hija pequeña, que tiene siete años, ha pasado toda su vida entre libros. Cuando le preguntan, siempre dice: ‘Mamá está estudiando”. La diferencia con la carrera es que entonces vivía con sus padres y ahora quiere volver a tener un sueldo. “A esta edad el tiempo importa más y te pones un plazo”. El suyo, que fijó “de forma flexible” en unos cuatro años, está a punto de expirar. “Lo voy a intentar una vez más, porque en la anterior convocatoria obtuve 75 sobre 100 puntos y el corte se quedó en 78, así que me quedé fuera por tres décimas”, cuenta. “Esta convocatoria es como los Juegos del Hambre, al menor error caes”.

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